Soy residuo de hábitos prohibidos,
Del rito cruel, del horizonte escaso,
De las viejas costumbres, del ocaso,
De cultos hostigados y vencidos.
Memoria soy de todos los olvidos,
Aborto de la noche y del fracaso,
Camino que se pierde a cada paso,
Refugio de los ídolos caídos.
Soy ráfaga, perpetuo movimiento,
Rescate de tu cuerpo a la deriva,
Exilio de tu sangre y de tu aliento.
Soy sombra que te aguarda fiel, lasciva,
Serena en la quietud de tu aposento,
Soy tu amante celosa y posesiva.
Me llamas a tu lado, compañera,
Y bordas en la noche mi fracaso
Con letras de perfil turbio y escaso
Que dicen la verdad de mi quimera.
Me eximes de la duda y de la espera,
Me evitas la agonía en el ocaso,
Me obligas a beber el postrer vaso,
Me pides sumisión fiel y sincera.
A un paso del adiós definitivo,
Depongo entre sudor mis armas rotas,
Se cuentan a millares las derrotas
De mi cuerpo lacerado y fugitivo.
Sé que es tu último dardo y no lo esquivo,
La bestia que hay en mí se vierte en gotas
De estiércol que asimilas, y allí brotas
Con rostro vigilante y gesto altivo.
No me asusta la noche que atravieso,
Ni el viejo corazón que ya no late,
Porque hoy sé que mi destino era el regreso.
Heridos por los años y el combate,
Mis labios se refugian en un beso, perpetuo
Como el sueño que me atrae.
En el círculo eterno no hay mitades:
Eterno es el morir que te libera del cuerpo,
Vanidad de vanidades.
Se deshace en ausencias el presente,
Y el voraz apetito de lo sido
Tolera algún desgarro en el olvido,
Cual demonio insidioso e indulgente.
He aprendido a ceñir olvido
Y sólo quiero seducir
A la noche que me abraza...